Los Caballeros del Templo de Salomón


1.- Los Caballeros del Templo de Salomón

Jerusalén. La sola mención de su nombre evoca la leyenda, la historia, la pasión y el drama. Ciudad mágica por excelencia, madre de las tres grandes religiones monoteístas, Jerusalén parece destinada a ser un escenario de guerras y luchas, pero también a permanecer inmune a todas ellas y ganar la eternidad.
Tres milenios atrás, Salomón, rey de Israel, hijo de David, acometió la construcción de un templo ideado como el último lugar de reposo del Arca de la Alianza, la misma que llevara Moisés en su éxodo por el desierto. Su construcción ocupó a los hebreos entre siete y trece años y la avanzada ingeniería desplegada recuerda a la tecnología empleada en la Gran Pirámide de Gizeh. En la ornamentación del magnífico monumento se estima que fueron empleadas 86 toneladas de oro, 126 de plata, multitud de piedras preciosas, las más exquisitas maderas y los más suntuosos materiales. Salomón consiguió que el edificio deslumbrara al contemplarlo.
Destruido por los persas, reconstruido con autorización de Ciro II y engrandecido durante el reinado de Herodes, el segundo Templo, inferior en tamaño al primero, es arrasado nuevamente por el emperador romano Tito, quién ordena dejar como muestra del poderío de Roma solo un muro en pie, el que en la actualidad conocemos como Muro de las Lamentaciones. Muy cerca, en lo que otrora fue la explanada del Templo, se alzan hoy en día dos mequitas. Una es la de Omar, de cúpula dorada, erguida sobre la roca basáltica donde los musulmanes aseguran que Mahoma había apoyado los pies al realizar el "viaje nocturno" de ascenso al Cielo, y que la tradición hebrea relaciona con el lugar donde Abraham fue a cumplir con el mandato divino de sacrificar a su hijo Isaac. Se sospecha que su ubicación es precisamente la que correspondía al sancta santórum del antiguo templo, la sala donde se guardaba el Arca. La otra es la mezquita blanca de Al-aqsa, construida por el emperador Justiniano de Bizancio sobre las enormes caballerizas de Salomón.
Alrededor del año 1118, tras la toma de Jerusalén por los cruzados, 9 nobles caballeros comandados por Hugo de Payns y por Godofredo de Saint-Omer, se dirigen al nuevo monarca de la Santa Ciudad, Balduino II, con el pretexto de organizar una orden militar para la defensa de los santos lugares y de los peregrinos. El rey cristiano accedió inmediatamente a la petición y les concedió como residencia un ala de su palacio, situado en la antigua mezquita del Al-aqsa. Debido a que esta, como hemos visto, estaba situada en el Monte del Templo, la nueva milicia fue denominada "Pobres caballeros de Cristo y del Templo del Rey Salomón". Habían nacido los Templarios.
Al originarse la Orden del Temple surgen con ella múltiples interrogantes, de las que nos vamos a ocupar a continuación. Los Templarios fueron descaradamente favorecidos por los gobernantes desde sus comienzos y lo seguirían siendo hasta el final de sus días. No fueron la primera orden militar en fundarse en la región, pero es necesario señalar que en aquellos tiempos era creencia general que la mezquita blanca que les fue dada en propiedad correspondía al emplazamiento exacto del templo salomónico. Hoy sabemos que este ocupaba una extensión mucho mayor, más allá del Domo de la Roca o mezquita de Omar, que también fue utilizada por el Temple. Cabe preguntarse que razón impulsó al rey Balduino a donar un alojamiento tan inmenso a tan solo nueve hombres, a lo sumo treinta o cuarenta si incluimos posibles escuderos y sirvientes, donde habrían podido cómodamente varios millares, incluidas sus monturas. Por otra parte, no consta que esta recién fundada "policía de caminos" participase en ningún enfrentamiento armado durante los primeros nueve años, tiempo en el que tampoco admitieron a ningún nuevo miembro a mayores de los nueve fundadores. Esto carece de lógica en una agrupación cuyo objetivo, a priori, era formar un ejército permanente en Tierra Santa. ¿A que se dedicaron los primeros Templarios en sus oscuros inicios?

2.- Tras las huellas del Arca


La mayoría de los autores coincide al afirmar que los nueve fundadores, el nueve (9) como veremos más adelante es un número que preside los orígenes del Temple, realizaron excavaciones en el subsuelo de la mezquita de Al-aqsa, en lo que habrían sido las cuadras reales. ¿Qué podían buscar allí los caballeros? Es lícito pensar que algo realmente importante, pues como hemos visto, el no permitir la admisión de nuevos ingresos en la recién creada Orden, parece significar que se trabajaba en secreto, y que este debía ser guardado de las miradas ajenas. ¿Existe algún indicio de lo que podría haber motivado semejante búsqueda? Para responder a este cuestión debemos remontarnos a los Historia clásica.
La Biblia no es solo un libro de religión. Es también un maravilloso libro de historia. Y la existencia del Arca de la Alianza bajo el Templo de Salomón, se despren
de de la historia misma. Bajo la guía de Moisés, el Arca viajó con los hebreos desde el desierto del Sinaí a Horma. Muerto Moisés, bajo la dirección de Josué, pasó el Jordán y entro en Palestina. En tiempos de Samuel el arca fue capturada por los filisteos y llevada a Ashod, a Gath y después a Ekron. Espantados los filisteos por los poderes del Arca, que provoca muertes y enfermedades, es devuelta a los israelitas, quienes la guardan en Kirjath-Jearim, de donde David la hizo llevar finalmente a Jerusalén. Salomón había de hacerla colocar en el sancta sanctórum del Templo que mandó construir: "Entonces dijo Salomón:
Yavé, has dicho que habitarías en la oscuridad. Yo he edificado una casa para que sea tu morada, en lugar de tu habitación para siempre" (Libro de los Reyes: I, 8-12, 13).
Después de esto, ninguna mención en los libros históricos, solamente leyendas.
La tradición hace referencia a la multitud de objetos sagrados que se guardaban en el recinto del Templo. Aparte de la mencionada Arca de la Alianza, este debió contener entre otros muchos tesoros y objetos valiosísimos el Candelabro de Siete Brazos, llamado por los judíos menorah, y la Mesa o Espejo de Salomón. De la propia estructura del templo formaban parte dos columnas denominadas Jakim y Boaz, que según dicen algunas fuentes, contendrían grabada en sus paredes información de capital importancia. Pero mucho antes de que llegaran los Templarios el Templo ya había sido saqueado en varias ocasiones. De la época del expolio de los persas, con Nabucodonosor II, no se conserva ningún documento que haga referencia al tesoro. Tampoco sabemos si este fue restituido por parte de Ciro II o si permaneció escondido en Jerusalén todo ese tiempo. No se vuelve a tener ninguna noticia hasta que Tito y sus legiones romanas arrasan la ciudad en el año 70 d.c., pero y aunque tampoco sabemos a ciencia cierta cual fue el botín que logró en su saqueo, se menciona el traslado de la menorah y de la Mesa de Salomón.
Sin embargo, existen indicios que nos hacen pensar que el elemento más importante del tesoro del Templo, el Arca de la Alianza, fue escondido por los hebreos en un refugio previsto en caso de extrema necesidad. El sabio árabe Maimónides cita la existencia de una cueva secreta bajo el primer Templo. Esta gruta, muy profunda, habría sido construida por mandato del propio Salomón, quién pronosticando una futura destrucción del Templo, decidió proveer de un escondite seguro para el Arca. Existe otra prueba más de ese enterramiento. Los alimentos de las ofrendas entraban en contacto con los rollos sagrados de la Torá, por lo que los sacerdotes no admitían que aquellos fueran arrojados a la basura. Se creó, entonces, un cementerio de objetos sagrados llamado guenizá, y una vieja tradición afirma que "cuando el Arca fue enterrada, se llevó a la guenizá el recipiente que contenía el maná, porque había tenido contacto con las Tablas de la Ley".
"Habitarías en la oscuridad" había dicho Salomón. Esta frase es significativa. Podemos por tanto deducir que el rey hebreo se refería a un lugar oculto, a salvo de las miradas y los actos de los hombres. Aunque no hubiera sido el propio Salomón, es seguro que en una Jerusalén asediada, el Arca de la Alianza seria el primer objeto en ser ocultado a los posibles vencedores. Cuando más de mil años después 9 caballeros realizaron excavaciones secretas en los sótanos del antiguo Templo, no podemos dejar de hacernos una pregunta: ¿buscaron los Templarios el Arca?



Los Templarios y las Sociedades Secretas

Les sociétés secrètes
Autor: Serge Hutin.Presses Universitaires de France, 1952.
1.

Introducción

Durante la Edad Media el esoterismo no dejó de caminar más o menos subterráneamente, a pesar de la lucha encarnizada emprendida por el Papado contra todas las herejías. Durante ese dilatado período,hubo gran número de organizaciones iniciáticas, algunas de las cuales trataban de mantenerse apartadas de las controversias teológicas, como el Compañonaje, otras eran francamente anticatólicas y depositarias de doctrinas heterodoxas. Doctrinas teosóficas de todas clases que se abrevaban en las más diversas fuentes, desempeñaron un gran papel: la Cábala o tradición hebraica; las doctrinas iluministas, en que reaparecen las antiguas tradiciones gnósticas; la alquimia y las especulaciones propiamente herméticas... Las corrientes ocultas de aquel período son aún muy mal conocidas, particularmente sus relaciones con las doctrinas orientalles: es conocido el papel desempeñado por las Cruzadas sobre el particular. (Sería interesante, en particular, estudiar los vínculos de la tradición hermética con el simbolismo utilizado por las órdenes de Caballería que se constituyeron en el momento de aquellas expediciones: los blasones usan abundantemente colores simbólicos.[1]






Las corporaciones

Entre las múltiples agrupaciones medievales, las más célebres son las Guildas o corporaciones de oficios, en las cuales existían ritos iniciáticos, y cuyos usos se perpetuaron hasta mucho después.La más sabia de esas Guildas era la de los «Albañiles»[maçons] , constructores de los palacios y de las catedrales, adeptos del Arte real que entonces era la arquitectura, y depositarios de antiguos secretos:«Con todo derecho puede afirmarse que la geometría esotérica pitagórica se transmitió desde la antigüedad hasta el siglo XVIII, por un lado a través de las cofradías de constructores (que a la vez se transmitieron, de generación en generación, un ritual iniciático en que la geometría desempeñaba un papel preponderante) , y por otro, por la Magia, por los rosetones de las catedrales y los pentáculos de los magos» [2]De esos «Maestros de Obra», de esa masonería operativa, nació la francmasonerí a especulativa. En cuanto al Compañonaje, cuyos diferentes «Deberes» rivales se repartían los picapedreros, los cerrajeros, los carpinteros, y que por lo demás subsiste hoy, numerosas novelas han popularizado las costumbres: los lazos y el bastón simbólicos; la «Vuelta a Francia»; los «cayennes», especies de mesones donde la «Madre» se ocupa del albergue y de la ropa de los compañeros...El rasgo común de todas esas Hermandades es la existencia de signos de reconocimiento, de ritos iniciáticos de afiliación, de tradiciones que llegan a la más remota antigüedad, algunas de las cuales se encuentran en la Masonería moderna, como la célebre leyenda de la construcción del Templo de Jerusalén por Hiram.


SOCIEDADES SECRETAS







La leyenda del Grial

El Grial [o Graal] es el vaso sagrado, la copa que, según la leyenda, sirvió en la Cena, y en la cual José de Arimatea recogió la sangre y el agua que manaban de la herida que la lanza del centurión Longino hizo en el costado de Cristo; parece que el propio José de Arimatea transportó luego el Grial a Gran Bretaña. Dicho vaso sagrado, que contiene el «brevaje de la inmortalidad» , aparece en gran número de leyendas medievales relativas a la «Búsqueda del Grial», es decir, a la busca de la Sabiduría perdida; todos conocemos la famosa Mesa Redonda construida por el Rey Arturo, siguiendo los planos del encantador Merlín, y destinada a recibir el Grial cuando uno de los doce caballeros llegara a conquistarlo, y lo llevara de Gran Bretaña a la Armórica. (La copa del Grial fue labrada por los ángeles en una esmeralda desprendida de la frente de Lucifer cuando éste cayó; confiado a Adán en el Paraíso terrenal, perdido después del pecado original, el Grial fue recobrado por Set, que pudo entrar al Paraíso terrenal, y luego por otros, antes de Cristo.) La pérdida del Grial es, en suma, la pérdida del Conocimiento, «perdido», o mejor, oculto y que se trata de volver a encontrar.[3]En esas tradiciones se entrevé un vínculo entre el esoterismo cristiano y la tradición céltica, es decir, druídica: sus orígenes son, por lo demás, bastante misteriosos. Todas esas leyendas parecen haber sido utilizadas por gran número de agrupaciones más o menos iniciáticas, y sin duda también por los albigenses.. .Según Henri Martin [4], habría habido también una suerte de Orden de Caballería oculta, la Masenia del Santo Graal, cuyas huellas encontraba en una obra bastante posterior, el Titurel: «Ya no es en la isla de Bretaña, sino en Galia, en los confines de España, donde se conserva el Grial. Un héroe llamado Titurel funda un templo para depositar el santo Vaso en él, y es el profeta Merlín quien dirige esta construcción misteriosa, pues fue iniciado por José de Arimatea, en persona en el plano del Templo por excelencia, del Templo de Salomón. La Caballería del Graal se convierte aquí en la Masenia, esto es, en una Francmasonerí a ascética, cuyos miembros se llaman Templistas, y aquí puede verse la intención de unir a un centro común, figurado por ese Templo ideal, la Orden de los Templarios y las numerosas cofradías de los constructores que entonces renuevan la arquitectura del medioevo. Esto nos permite entrever mucho de lo que podría llamarse la historia subterránea de aquellos tiempos, mucho más complejos de lo que se cree...[5]»


La capilla de Rosslyn, ¿guarda el Santo Grial?







Los cátaros

Los cátaros (es decir: los «puros»), llamados también albigenses, porque eran particularmente numerosos en la región de Albi, son célebres sobre todo por la encarnizada lucha que la Iglesia y la Realeza emprendieron contra ellos, exterminándolos por todos los medios. Sus doctrinas, que se distinguen por su pesimismo, son bien conocidas: llevando al extremo la doctrina de los dos principios del Bien y del Mal, declaraban que el universo entero había sido creado por el Príncipe de las Tinieblas, y de ahí concluían en una moral ascética, que condenaba el casamiento, la generación, y la vida misma, mala en sí, puesto que aprisiona el alma luminosa en la materia tenebrosa... A decir verdad, únicamente los Perfectos estaban sujetos a estricto ascetismo; en cuanto a los simples Auditores, gozaban de una moral más suave. Paradójicamente, por lo demás, esos herejes eran, en cierto sentido, mucho más «optimistas» que la Iglesia: al hacer de la Tierra el «Reino de Satanás», los cátaros excluían el infierno del más allá, del mundo suprasensible y espiritual; al cabo de los tiempos, todos los espíritus, luego de pasar por gran número de reencarnaciones, quedarían salvados, toda la Luz librada de las Tinieblas. La literatura ocultista atribuyó a los cátaros toda clase de creencias esotéricas que les eran extrañas. No por eso dejaban de tener ceremonias y ritos iniciáticos, prácticas diversas que tenían por finalidad separar el espíritu de este mundo y librar el alma, cautiva de su cuerpo; algunos hasta querían conseguirlo bruscamente por la Endura, acto que consistía en dejarse morir de hambre; pero la mayoría se limitaba a los ritos iniciáticos propiamente dichos, que permitían alcanzar la iluminación espiritual por el ascetismo y diversas técnicas que permitían separar momentáneamente el alma del cuerpo. «Los cátaros - escribe Aroux - tenían ya en el siglo XII signos de reconocimiento, santo y seña, y una doctrina astrológica».La «cruzada» empeñada contra los albigenses es demasiado conocida para que hablemos de ella. Sin embargo, debe señalarse que las doctrinas cátaras sobrevivieron a la degollina de sus sacerdotes. Los Trovadores, que habían demostrado ser auxiliares fervientes y devotos de la herejía albigense, siguieron propagando en su «gaya ciencia» las ideas proscritas por la Inquisición.[ 6]

Los Templarios

El esoterismo de los templarios sigue siendo un enigma. Es conocida la historia de esa famosa Orden, fundada en 1117 para la protección de los peregrinos en Tierra Santa, cuya regla había sido establecida por San Bernardo: después de combatir mucho tiempo a los sarracenos, los templarios debieron por último retirarse a Siria luego de la reconquista del país por los musulmanes, pero habían adquirido gran poderío y riquezas en la cristiandad, y poseían encomiendas en todos los reinos de Europa. El proceso intentado por el envidioso Felipe el Hermoso a esos hombres demasiado influyentes ha sido referido a menudo: todos sabemos de qué manera el soberano acabó por arrancar al papa Clemente V la condena de los templarios con la acusación de «renegar de Cristo, apostatar, entregarse a actos de idolatría y a horribles libertinajes en el curso de ceremonias secretas». Después de un largo proceso y la disolución de la Orden pronunciada por la Bula papal de 1312, el Gran Maestro Jacques de Molay y gran número de templarios fueron quemados vivos en París, en 1314.¿Tenían los templarios una doctrina secreta y ritos de iniciación? El problema ha suscitado gran número de interpretaciones; ciertos historiadores niegan categóricamente la existencia de un esoterismo templario, y otros, al contrario, no vacilan en hacer derivar la francmasonerí a de la Orden mártir. En realidad, bien parece que los templarios tuvieron un culto secreto y doctrinas reservadas a los iniciados, y que esas doctrinas heterodoxas les fueron transmitidas por heréticos musulmanes - quizás los asesinos, con quienes tuvieron relaciones -, herederos de especulaciones gnósticas. Pero conocemos muy mal dicho esoterismo, tanto más cuanto que los documentos seguros faltan casi totalmente. El historiador se ve reducido a conjeturas, con respecto a las figuras bafométicas (de bafometo = «inspiración del Espíritu»), especie de ídolos andróginos, que representan la unión de los principios masculinos y femeninos, cuyo papel en los rituales secretos no ha podido ser precisado con suficiente certeza. Aroux, citando a Von Hammer, hace alusión a «símbolos gnósticos impresos en un talismán hallado, en el siglo XVII, en la tumba de un templario, muerto antes de la destrucción de la Orden», y asimismo a:«...dos cofrecillos descubiertos, uno en Borgoña, el otro en Toscana, sobre los cuales se reconocen esos mismos símbolos, principalmente la cadena de Eones, representada por la houppe, las pruebas de fuego y del agua, el falo, el cteis, el toro de Mitra y la cruz ansada de los egipcios».Y también a «esos emblemas extraños esculpidos en la puerta de algunas iglesias, donde parecen querer mostrarse y ocultarse, a un mismo tiempo, las doctrinas interiores del templo» (por ejemplo, en lo alto de la puerta principal de la iglesia Saint-Merri se halla un Bafometo, entre dos ángeles que le echan incienso). Pero ignoramos casi todo del esoterismo templario, y el historiador debe desconfiar de las descripciones demasiado precisas que dan ciertos ocultistas de los misterios practicados por los Caballeros.


Dante y el esoterismo

Dante Alighieri (1265-1321) es el más célebre «iniciado» de la Edad Media: ese gran adversario del papado parece haber desempeñado un gran papel en las sociedades secretas de aquel entonces; era, en particular, uno de los jefes de la Fede Santa, Orden Tercera de filiación templaria. Y se hizo el intérprete de dicho esoterismo en su Divina Comedia, que es «una alegoría metafísico-esoté rica, que vela y expone al mismo tiempo las fases sucesivas por las cuales pasa la conciencia del iniciado para alcanzar la inmortalidad» [7]Cada «Cielo» representa un grado de iniciación: el Infierno representa el mundo profano, el Purgatorio comprende las pruebas iniciáticas, y el Cielo es la morada de los Perfectos, en quienes se hallan reunidos y llevados a su cenit la inteligencia y el amor. En esta vasta síntesis aparecen toda clase de elementos: doctrinas paganas, gnósticas, cátaras, árabes, herméticas, etc. Se encuentran en particular los símbolos más típicos del hermetismo cristiano: la Cruz, la Rosa, el Águila, la Escala de las siete artes liberales, el Pelícano que se abre el pecho para alimentar a su cría (símbolo a la vez del Redentor del mundo y de la más perfecta humanidad). Es una verdadera máquina de guerra dirigida contra la Iglesia [8]



Alquimistas y cabalistas


Como hemos podido darnos cuenta, la Edad Media fue una época en que los cultos secretos y las doctrinas esotéricas proliferaron, propagados por numerosas organizaciones iniciáticas. Citemos, a ese respecto, las sociedades secretas que agrupaban a los alquimistas, cuyas doctrinas y prácticas no dejaron de desarrollarse durante todo ese período, a pesar de las repetidas condenas de la Iglesia.También hay que mencionar a los rabinos cabalistas, que se agruparon en una suerte de escuelas, pequeñas capillas cerradas. El sentido etimológico de la palabra Cábala es «tradición». Ese esoterismo hebraico, cuya influencia había de ser tan grande sobre numerosos pensadores cristianos, tiene remotas raíces en las doctrinas puramente judaicas y también en las otras tradiciones, principalmente las ideas gnósticas: las obras de los cabalistas son una especie de depósito en el que han venido a acumularse los residuos de los sistemas teosóficos más diversos. Había una Cábala práctica, suerte de enciclopedia de conocimientos mágicos de todas clase, junto a diversos procedimientos que permitían obtener el éxtasis místico, y aun llegar a poner a algunos sujetos en trances hipnóticos. Pero había sobre todo una Cábala especulativa, que interpretaba alegóricamente los textos sagrados, utilizando diversas técnicas de permutación de letras. (Gematria, Notarikón, Temurah, Teruf), y que intentaba penetrar los más profundos misterios de la Creación (Maaseh heresit,«Historia del Génesis») y de la constitución del Universo (Maaseh Merkabah, «Historia del carro celestial»). Los dos textos de base de las especulaciones cabalísticas eran el Sefer( o Sepher) Yetsirah («Libro de la Formación»), sin duda del siglo VIII, y el Séfer - ha - Zohar («Libro del Esplendor), redactado en España hacia fines del siglo XIII; esta última obra ejerció, sobre todo a partir del siglo XVI, considerable influencia sobre casi todas las doctrinas esotéricas que vieron la luz.No podemos resumir, siquiera brevemente, el inmenso cuerpo de doctrinas que forman las especulaciones cabalísticas: nos permitimos remitir a las obras especializadas (Ver bibliografía) . Sin embargo, he aquí el principio de base, enunciado por J.Boucher [9]:«Dios puede ser considerado en sí o en su manifestación. En sí, antes de toda manifestación, Dios es un ser indefinido, vago, invisible, inaccesible, sin atribución precisa, parecido a un mar sin orillas, a un abismo sin fondo, a un fluido sin consistencia, imposible de conocer por ninguna razón, por consiguiente, de ser representado, sea por una imagen, sea por un nombre, sea por una letra, ni siquiera por un punto. El menos imperfecto de los términos que puede emplearse sería el Sin fin, el Indefinido o Ain Sof, que no tiene límite, o Ain el No - Existente, el No-ser.«En cuanto Dios se manifiesta se hace accesible, cognoscible; se le puede nombrar; y el nombre que se le da se aplica a cada manifestación o exteriorizació n de su ser. El Ain Sof, el Ain se manifiesta de diez maneras por o en las sefirot [sephirot]. Cada una de éstas, la Corona, la Sabiduría, la Inteligencia, la Gracia, la Fuerza, la Belleza, la Victoria, la Gloria, el Fundamento y la Realeza, constituye un modo especial de revelación o de notificación del Ain Sof y permite nombrarlo. Cada círculo, limitación o determinación del Ain Sof, es una sefirah...«La Cábala considera también a Dios bajo la forma del Adán celeste, el Adán Quadmón, y localiza las sefirot en cada uno de sus miembros, aplicando la ley de los contrarios y la ley sexual»De ahí el diagrama conocido con el nombre de árbol de las Sefirot.


La brujería

Este rápido vistazo sobre las iniciaciones medievales no sería completo si no hiciéramos alusión a la brujería. Han existido, según parece, asociaciones secretas de brujos y brujas, celebrando sus ritos en fechas fijas. Por paradójico que parezca, la brujería constituye una especie de culto y aun de religión, pero de religión a redopelo.Como se ha hecho notar muchas veces, «no es posible separar desde la Edad Media en que ellas dominan, las dos nociones paralelas y antinómicas de Dios: el bien, y del Diablo: el mal. Es, pues, fácil comprender que si se levantaban altares a Dios, si existía toda una liturgia, con misas y fiestas que se le ofrecían, también habían de existir ceremonias tan fervorosamente dedicadas al Diablo. Si la Iglesia misma consideraba al Diablo como un ángel caído, muy poderoso y un "casi igual" ; si, por añadidura, un pacto con él aseguraba, no después de la muerte, sino en la vida terrenal, felicidades y riquezas ciertas, era muy tentador para quienes una fe sólida no ataba a Cristo... probar con el Diablo [10]». Las prácticas y el culto satánicos han sido abundantemente descritos en obras especializadas [11]. El estudio de esa forma aberrante de iniciación es, por lo demás, del más alto interés para el historiador de las religiones: en las prácticas místico-eróticas del Sabbath se encuentra sin duda un eco lejano y pervertido de un antiguo culto pagano de la fecundidad [12].



Índice Bibliográfico


[1] F. Portal, Des coulerus symboliques, reedic. París, Niclaus, 1938.[2] Matila, G. Ghika, Le nombre d'ór, t. II, páginas 75-76 (nueva edic., París, N.R.F., 1951).[3] Rene Guénon, Le roi du monde, cap.V. Véase: A.E.Waite, The Holy Grail, Londres, 1933, Lumière du Graal, París, 1949 y Jean Marx, La légende arthurienne et le Graal, París. P.U.F., 1912.[4] Historie de France, t. III, págs. 398-399.[5] También se encuentra el Grial en las leyendas germánicas (cf. la Tetralogía de Wagner).[6] Véanse los romances o poemas sobre el Santo Grial.[7] A. Reghini, citado por R.Guénon, L'ésotérisme de Dante, pág. 25.[8] Cf. el Roman de la Rose, de Lorris y Meunc.[9] La symbolique maçonnique, págs. 102-103.[10] M.Verneuil, Dict. des Sciences occultes, Mónaco, 1950, pág.360.[11] La obra clásica es la de Grillot de Givry, Le musée de Sorciers. París, Lib. de France 1929.[12] Véase sobre el particular: M.A. Murray, The Witch - cult in Wester Europe, Oxford, 1921.

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